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APOCALIPSIS


Título del único libro profético del Nuevo
Testamento, y que se toma de la primera palabra
griega, que significa «revelación». En este libro,
se desvela el futuro en una serie de visiones
panorámicas contempladas por el Vidente
 apocalíptico. 

La luz y las tinieblas, el bien y el
mal, son las fuerzas morales en oposición. Dios,
Cristo y Satanás; hombres, salvos y perdidos, y
ángeles, santos e impíos, son los actores en este
maravilloso libro acerca de los planes y propósitos
de Dios. Las escenas varían y cambian; ahora el
tiempo, después la eternidad. El cielo, la tierra, el
abismo y el lago de fuego constituyen su
escenario. El cántico de los redimidos y el llanto
de los vencidos regocijan y apenan. El resultado es
el triunfo de Dios, y las glorias mileniales y
eternas de Cristo resplandecen de una manera
brillante e imperecedera. «Entonces» se cumplirá
lo dicho por el antiguo profeta hebreo; «Verá el
fruto de la aflicción de su alma y quedará
satisfecho» (Is. 53:11).
Los cielos y la tierra creados (Ap. 22:1) vienen a
ser las moradas eternas de todo lo que es santo y
bueno, en tanto que el lago de ruego (Ap. 21:8)
recogerá todo aquello que es inicuo y contrario a
Dios.
Así como la «gracia» es el tema central de las
Epístolas, el tema característico de este libro es el
«gobierno» público de Dios en sus tratos frente al
mal y en la exaltación del bien.
1. División:
(a) Dos partes. Este libro se divide en dos partes
principales:
(A) Desde el capítulo 1 al 11:18, donde se
delinean proféticamente el estado de cosas y los
acontecimientos desde el final del primer siglo del
cristianismo hasta la introducción del estado
eterno.
(B) Desde el capítulo 11:19 hasta el 22:21, en el
que se dan detalles relacionados con Israel y la
Cristiandad en la terrible futura crisis de su
historia.
(b) Tres divisiones. La clave de las tres divisiones
del libro nos es dada en Ap. 1:19. Aquí tenemos la
clave a la comprensión de este libro. Contiene un
pasado, un presente y un futuro:
(A) «Escribe las cosas que has visto.» Se trata de
la visión de los versículos 10-18, en la que Cristo,
en medio de los siete candeleros de oro es el
objeto central. «Pasado».
(B) «Escribe las cosas... que son.» Éstas quedan
expuestas en los capítulos 2 y 3, donde se traza el
camino de la iglesia profesante a través de etapas
contemporáneas y sucesivas de su historia, desde
su decadencia (Ap. 2:4) hasta su rechazamiento
(Ap. 3:16). «Presente».
(C) «Escribe las cosas... que han de ser después de
éstas.» Esta división comienza con el capítulo 4 y
sigue hasta 22:5. Ésta es esencialmente la parte
  
profética del libro. «Futuro». Los sellos, las
trompetas y las copas; Babilonia, las bodas, el
reinado, etc., son todas cosas que esperan su
cumplimiento.
(c) Doce secciones. Todo el contenido del
Apocalipsis se distribuye en doce secciones, y si
se consideran cuidadosamente, serán de gran
ayuda para el estudio del libro.
(A) Introducción general (Ap. 1:1-9).
(B) Cristo en gloria judicial en medio de las siete
iglesias de Asia (Ap. 1:10-18).
(C) La iglesia en su profesión de testimonio de
Dios sobre la tierra. Su creciente apartamiento del
amor y de la verdad (Ap. 2, 3).
(D) Los santos celestiales entronizados y
glorificados, incluyendo a todos los mencionados
en 1 Tesalonicenses (1 Ts. 4:5-17), (Ap. 4, 5).
(E) Los siete sellos sucesivamente abiertos por el
Cordero (Ap. 6-8:1). El capítulo 7 es un pasaje
parentético de sumo interés.
(F) Las siete trompetas, tocadas sucesivamente por
los ángeles (Ap. 8:2-11:18). Aquí tenemos al
imperio romano reavivado como protagonista de
estas profecías de juicio.
(G) Tres fuentes (Ap. 12), dos actores (Ap. 13) y
siete resultados (Ap. 14).
(H) Las siete copas de la ira de Dios
sucesivamente derramadas (Ap. 15-16). Los
últimos actos de Dios en sus juicios sobre el
imperio, Israel, y la tierra.
(I) La Babilonia mística en sus asociaciones
políticas y eclesiásticas y su total destrucción (Ap.
17, 18).
(J) Secuencia cronológica desde la caída de
Babilonia hasta el estado eterno, que se abre con
regocijo en el cielo, y cerrándose con una imagen
del eterno infortunio en el lago de fuego (Ap. 19-
21:8).
(K) La esposa del Cordero en esplendor
gubernamental y milenial. Amor, vida y
hermosura para siempre (Ap. 21:9-22:5).
(L) Advertencias, amenazas y alientos (Ap. 22:6-
21).
2. Propósito.
El propósito del libro de Apocalipsis es mantener
vivos el amor y la esperanza al centrar la atención
de sus lectores en la promesa de la venida del
Señor y al preanunciar la victoria final del Rey de
reyes y Señor de señores, del Verbo de Dios, sobre
un mundo que le rechazó en Su primera venida y
que doblará ante Él la rodilla en Su segunda
venida. 

El efecto de todo ello en los creyentes
debe ser el de mantenerlos en una verdadera
apreciación de la gracia de Dios y de Sus
consejos, para que «vivamos en este siglo sobria,
 
 justa y piadosamente, aguardando la esperanza
bienaventurada y la manifestación gloriosa de
nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo» (Tit.
2:12, 13).
3. Apostolicidad del libro.
Ya desde el principio, en pleno segundo siglo
hallamos que hay unanimidad en asignar la
paternidad de Apocalipsis a Juan el apóstol, el
autor del cuarto Evangelio. Esta paternidad es
afirmada, entre otros, por Justino Mártir (140
d.C.); Melito (170 d.C.); Teófilo (180 d.C.);
Ireneo (180 d.C.), que recibió esta información del
mismo Policarpo, discípulo del apóstol Juan. En el
siglo III, Tertuliano (200 d.C.), Clemente de
Alejandría (200 d.C.), Orígenes (233 d.C.) e
Hipólito (240 d.C.), mantienen el testimonio de lo
mismo. Sin embargo, su apostolicidad fue atacada
posteriormente, alegándose principalmente una
gran diferencia de estilo entre el cuarto Evangelio
y Apocalipsis. Sin embargo, un examen atento de
los textos y el testimonio constante de la Iglesia
permiten rechazar tal ataque. La comparación
entre el libro de Apocalipsis con el Evangelio y
con la primera Epístola de Juan revela que ciertas
ideas doctrinales, y sobre todo ciertas
peculiaridades lingüísticas, son comunes a los tres
escritos.
Que el estilo de Apocalipsis sea menos fluido que
el del Evangelio y que la Epístola se puede
explicar con facilidad por dos razones básicas:
(1) El tema mismo obliga al escritor a usar
expresiones poco corrientes.
(2) El autor, debido a que está tratando ya no de la
gracia en acción, como en el Evangelio, sino de la
introducción de los días del Mesías, con un giro
radical de concepción en los tratos de Dios en el
que se pasa de considerar a Israel como «loammi»
 («no mi pueblo») a «ammi» («pueblo
mío») a través de una serie de juicios que cerrarán
esta era de gracia, se ve forzado necesariamente a
tratar con temas no peculiarmente
neotestamentarios.
El apóstol, sin embargo, no introduce ninguna idea
nueva en el Nuevo Testamento, sino que
desarrolla las profecías del Antiguo, centradas en
el triunfo final de Dios y del Señor Jesucristo, y ya
indicadas en otros pasajes del Nuevo Testamento
(cp. Mt. 24-25; y paralelos; Hch. 1:1-7; 15:14-18;
Ro. 9-11; Stg. 5:1-8; 1 Jn. 2:18-22, etc.).
Apocalipsis es un libro repleto de simbología e
imaginería antiguotestamentaria precisamente
porque, a la luz de la revelación de Cristo en el
Nuevo Testamento se lleva a su plenitud el
desarrollo del plan de Dios para las edades, y de
 
   sus propósitos, ciertamente, para con la Iglesia,
pero también la consumación y cumplimiento de
las promesas de restauración a través de juicios
dados a Israel por los profetas del Antiguo
Testamento, y refrendadas en el Nuevo
Testamento, de la salvación nacional de Israel a
través del remanente arrepentido. Por ésta y otras
características no se puede negar la paternidad
juanina de Apocalipsis; más bien afirmarla; toda la
diversidad de estilo y contenido, equilibrada por
otra parte por la intensa semejanza ya enunciada
anteriormente en cuestiones lingüísticas cruciales,
se debe a la diferencia temática existente dentro de
los multiformes propósitos del Dios que inspiró
este libro.
No hay, pues, razón alguna para rechazar las
evidencias internas y el testimonio externo
uniforme inmediato a la redacción de Apocalipsis
de que fue escrito por el apóstol Juan en Patmos,
al cierre del primer siglo, al final del reino de
Domiciano, hacia el año 96 d.C.
4. Las diferentes interpretaciones. Son
innumerables, y entre ellas se pueden distinguir
cuatro sistemas principales.
(a) La «interpretación preterista». Considera el
Apocalipsis como la descripción de lo que sucedió
en la época de su redacción. Esta interpretación
está bien lejos de ser suficiente y elimina el
carácter profético del libro.
(b) La «interpretación histórico-profética». Sus
partidarios defienden que este libro presenta un
bosquejo completo de la historia humana y de la
iglesia, y la historia de la lucha entre el bien y el
mal hasta el fin del tiempo.
(c) La «interpretación futurista» considera que la
totalidad de los sucesos descritos después del cap.
3 quedan en un futuro por cumplir.
(d) La «interpretación puramente simbólica»
considera las visiones como la representación en
imágenes de las verdades que han de cumplirse en
la historia de la Iglesia.


 

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Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Romanos 10:9-10.